El sonido regular del cincel sobre la piedra.
Es la mano de Andrea Palladio que acaricia el mármol y examina el proyecto a seguir. Se aleja, mira el resultado del último golpe de su cincel.
Las vidrieras reflejan el rostro adolescente de Andrea, cuyo nombre todavía es Di Pietro della Gondola, que aún no ha descubierto su talento. Le ayuda el propietario de la casa en la que está trabajando, Gian Giorgio Trissino, que está renovando la casa familiar en el barrio de Cricoli en Vicenza.
Será el propio Trissino quien dará indicaciones sobre los trabajos y descubrirá al joven Andrea, lo tomará bajo su ala y lo cuidará hasta darle el sobrenombre de Palladio.
La residencia de estilo gótico encontrará por tanto su nueva fisonomía noble, fuertemente inspirada en los dogmas clásicos: el propio Palladio hará sus propias enseñanzas y las convertirá en la base de toda su obra.
La simetría de la villa se revela ante sus ojos, mientras el entusiasmo del joven comienza a brotar junto con su talento con cada trazo del lápiz sobre la hoja.
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