Al menos una vez en tu vida puedes escucharlos decirte: << ¡No seas tonto! >>.
El origen del término está ligado a una figura típica del panorama social en los últimos siglos de la Serenissima. La misma figura, pues, también estuvo presente en la República Marítima de Génova. Era una persona pagada para seguir a los que tenían una deuda morosa. El constante acecho iba acompañado de gemidos, gritos y gemidos. La agachadiza, en efecto, estaba solitaria quejándose y gritando sin descanso, siguiendo al infortunado deudor. Gracias a la presión y humillación pública, el deudor se vio obligado a saldar sus cuentas. La agachadiza, de hecho, fue reconocida de inmediato: vestida de rojo, hizo saber a todos la deuda, aumentando la vergüenza del ensombrecimiento. El aguijón tenía, por tanto, un papel tanto social como moral.
Tal figura pertenecía a las filas de los marginados, los indigentes. El dux había desarrollado un sistema de asistencia social para el que proporcionó, a los necesitados, comedores especiales y albergues. A cambio de estos favores, el asistido debía prestarse al papel de aguijón, considerado en la época un verdadero oficio. Para proteger a estos miserables que realizaban uno de los trabajos más fastidiosos que recuerda la historia, existía todo un sistema bien pensado; de hecho, si el acechado hubiera causado daño al agachadiza, éste habría sido condenado. De esta forma se saldaron las cuentas y se mantuvo en alto el nombre de la República. Se desanimó a los morosos y se protegió el sistema económico. Se trataba pues de un sistema integral, inserto en la estructura social veneciana.
Aquella profesión estaba destinada a acabar en el olvido, tras el ocaso de la Serenissima, cuyos suntuosos legados nos invitan a descubrir, a experimentar lo que fue la Hermandad veneciana y su espíritu remoto, un producto que queremos compartir con vosotros.
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