¿Quién, viniendo o viviendo en Padova, nunca ha oído hablar del Jardín Botánico?
Hay que saber que la huerta más antigua del mundo fue invención de un hombre sabio y manso: Francesco Bonafede, el lector de los Semplici. Naturalmente, este lugar fue concebido como un sitio propiedad de la Universidad de Padova, fundada en la tierra de los monjes benedictinos de Santa Giustina, poco antes de mediados del siglo XVI.
Fue por voluntad del Senado de la República de Venecia que se estableció, más específicamente para el cultivo de plantas medicinales, que entonces constituían la gran mayoría de las "simples", es decir, aquellas medicinas que venían directamente de la naturaleza. Precisamente por eso los primeros jardines botánicos se denominaron "Giardini dei Semplici", en latín "Horti simplicium".
A pesar de todo, existía una gran incertidumbre en cuanto a la identificación de las plantas utilizadas en terapia por los célebres médicos de la antigüedad y eran frecuentes los errores e incluso los fraudes, con graves perjuicios para la salud pública. El establecimiento de un Horto medicinal, a instancias de Bonafede, quien ocupaba la Cátedra de "Lectura del Simple", habría permitido a los estudiantes un reconocimiento más fácil de las verdaderas plantas medicinales con sofisticación.
Una huerta de tal espesor le debe todo a Padova, que en su Prato della Valle recuerda, además, las formas geométricas, la perfección matemática, en un majestuoso reflejo de ciudad que queremos volver a proponer.
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