Andrea Palladio publicó, cuando ya tenía sesenta años, una obra en cuatro volúmenes, su legado a la posteridad, Los cuatro libros de arquitectura.
Los tomos no solo presentan con precisión los dogmas y la filosofía seguidos por el arquitecto, sino que también están ricamente ilustrados con una profusión de detalles extremadamente diligente.
Palladio comenzó tímidamente a componer su magnum opus con sólo 22 años, y fue enriqueciendo las páginas de los tomos con obras propias, discutiendo las elecciones que llevó a cabo con visión de futuro y una buena dosis de genialidad: entre las páginas podemos leer y conocer cuál fue el proceso de creación de algunas obras maestras, o entender mejor por qué Palladio tomó un camino en lugar de otro, teniendo que luchar en ocasiones contra el escepticismo de sus clientes.
La obra dio origen al fenómeno del palladianismo, que llegó a Norteamérica y gracias al poder divulgador de la escritura, aún hoy podemos disfrutar de admirables enseñanzas en monumentos y edificios conocidos en todo el mundo, como la Casa Blanca, la imponente Capitolio o la residencia Monticello que fue el sueño realizado por Thomas Jefferson, quien trajo sus elementos a la Universidad de Virginia, la cual fundó.
Pero Andrea Palladio incluyó en sus memorias y estudios, también, los elementos que tan profundamente le habían inspirado y que encontraron su fértil origen en las enseñanzas de la época clásica: las columnatas, los tímpanos, la noble y elevada solemnidad, la piedra blanca. Ejemplos de pureza y limpieza de formas tan queridos por el arquitecto y que encontramos en todos los rincones de su obra reina, la noble Villa Veneta.
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