Vicenza es un sueño antiguo, en el que todavía hoy podemos sumergirnos, abandonándonos, olvidando por un momento, por un día, por una semana, que todo debe hacerse por algo, que debe haber un pequeño propósito cotidiano, concreto.
Olvidar una vida de supervivencia y saborear, inhalar, aspirar a algo grande, magnífico, ideal.
Vicenza es real, pero también hay una Vicenza que existe màs allà.
Que existe en las alas del Teatro Olímpico, que existe en la mente de Giangiorgio Trissino y Andrea di Pietro della Gondola, incluso antes de adoptar su nombre artístico.
Que existe en la mente de nuestros patricios, olvidando de repente las pequeñas disputas provinciales, conducidos por un camino que conduce al cielo, desde donde hoy - bajo la apariencia de eternas esculturas blancas - todavía nos observan hoy para recordarnos a nosotros, los que caminamos. las calles de su ciudad, que este también puede ser nuestro teatro, el escenario de la representación en la que nos convertimos en protagonistas, si aceptamos parar. Olvidar. Para renacer.
Magnífico.
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