Había aprendido en Roma que no siempre era necesario un gran ornamento y pompa para que una arquitectura fuera armoniosa e importante.
Casta villa la Saraceno sigue siendo una de mis favoritas: cada vez que pensaba en el diseño de una nueva arquitectura, y especialmente de la fachada, partía del carácter del cliente, para que la villa se adaptara al traje del propietario. En este caso, Biagio Saraceno - de una antigua familia romana - había asumido recientemente importantes cargos públicos en la ciudad, aunque no aspiraba a considerarse un príncipe como otros hombres para los que trabajé.
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